LOS 30`S: pintura, cine y litetatura



Trabajadores sin Hogar
C a m i l o E g a s

La revista Hélice (1926), cuyo nombre era un referente simbólico futurista, acogió en sus páginas diferentes géneros artísticos de tendencia innovadora; estuvo bajo la dirección del pintor Camilo Egas, quien, siendo uno de los máximos representantes del arte de aquella época, recién había llegado de París y pronto dejaría el Ecuador con dirección a Nueva York.
El documental CAMILO EGAS, UN HOMBRE SECRETO estará en cartelera en el cine OCHOYMEDIO, vea su trailer





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www.youtube.com/watch?v=A45W0kKU7bU

Durante los años veinte, época en que salió a la luz la mayoría de la obra de Palacio, en Latinoamérica el movimiento literario consolidó su espacio, al igual que la tendencia europea, a partir de la publicación de revistas con una visión artística y regional. Entre los nombres que circulaban en estas revistas podemos mencionar a los argentinos Macedonio Fernández y Marechal; el chileno Díaz Garcés y el uruguayo Quiroga, entre otros. Las revistas más representativas fueron la Martín Fierro (Argentina), Sur (Argentina), Boletín del Titikaka (Perú), Cosmópolis (Venezuela), América (Ecuador), Amauta (Perú), Hélice (Ecuador), Proa (Argentina), Revista de Avance (Cuba).



Hélice encarnó en sus páginas obras transgresoras y vanguardistas, con una concepción iconoclasta del arte, que escandalizaron a la crítica tradicionalista, representante de la burguesía latifundista y temerosa de la ruptura de viejas ideologías. Es, en los escasos cuatro únicos números de esta revista, donde Pablo Palacio publicó los cuatro primeros relatos de la serie Un hombre muerto a puntapiés (abril, 1926), que inició con la narración así titulada, seguida por El antropófago (mayo, 1926), Brujería Primera (Junio, 1926) y Brujería Segunda (Julio, 1926).




Obra de teatro: Carne Sub-urbana, 2007.
Guión y dirección: Flavio Paredes.
Coproducción de estudiantes de la FCLL, PUCE, y la Facultad de Artes, UCE.
Presentación: Bar La Naranjilla Mecánica, Tamayo n1232 y Veintimilla.
Texto: Diego Chamorro

Después de Todo:
A cada hombre hará un guiño la amargura final.
Como en el cinematógrafo –la mano en la frente, la cara echada atrás-, el cuerpo tiroides, ascendente y descendente, será un índice en el mar solitario del recuerdo.
D E B O R A

Este epígrafe de ambientación oscura, como de una sala de cine en la que se proyecta El gabinete del doctor Caligari , reflejando destellos de luz sobre el rostro de los espectadores, es una ventana por la cual podemos vislumbrar parte de la perspectiva con que Palacio apreció la modernidad de su tiempo histórico, para luego representarla en su obra literaria, como un olvido colectivo o la soledad de los recuerdos, en los inicios de la era de la imagen.
Con la mirada atenta de quien descubre un sitio que no conoce, Palacio escudriña hasta la fibra más oscura de la ciudad y la condición humana.



Las manifestaciones de la industria cinematográfica norteamericana y las maravillas tecnológicas del primer mundo opacaron a los filmes de denuncia social, como las producciones del guayaquileño Augusto San Miguel, primer cineasta ecuatoriano, en una época en que los ejes políticos y económicos empezaron a ejercer su poder en la censura en la importación de filmes de conciencia social.

Este entorno, seguramente, permitió al escritor lojano acceder, desde una perspectiva crítica, a las primeras manifestaciones del séptimo arte que llegaron al Ecuador, las cuales eran también vínculo e impacto visual con un mundo convulsionado, por medio de los noticieros que fijaban su atención en la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, Pablo Palacio no se conformó con ser público cinematográfico: en 1933 montó una empresa de importación de filmes con el crítico literario peruano Luis Alberto Sánchez, proyecto que si bien fracasó, nos deja el valioso dato del profundo interés del autor por el cine.


P E R R O A N D A L U Z

La aparición del cinematógrafo se dio como un simple espectáculo de plazas, muy lejos de ser un arte y, sobre todo, de llegar a ser el lenguaje narrativo predominante del siglo XX. Su recepción fue contradictoria: por una parte los escritores de tendencia clásica se constituyeron en enemigos irreconciliables del séptimo arte, considerándolo mero instrumento de distracción para iletrados; y, por otro lado, LOS artistas modernos, entre ellos los pertenecientes a las vanguardias europeas, los formalistas rusos y otros teóricos del arte vieron en el cine un nuevo modo de expresión que abría posibilidades para la creatividad o reflexionaron sobre su lugar dentro de las artes .

Como refiere Sánchez Noriega, la generación del 27 dio una buena acogida al cine: Alberti, Cernuda y Salinas homenajearon públicamente ciertas películas o géneros cinematográficos; Buñuel y Dalí, por su parte, experimentaron abiertamente con la imagen en movimiento, de donde nació el hito del cine surrealista El perro andaluz .

Una de las primeras adaptaciones literarias textuales, basada en el traslado íntegro del texto literario al cine, la realizó el mexicano Federico Gamboa, quien en 1914 se filmó a sí mismo, leyendo extractos de su novela titulada Santa.